Renacimiento
La eclosión del Renacimiento en Italia tuvo
consecuencias decisivas sobre la evolución del teatro, pues, al surgir
una producción dramática de carácter culto, inspirada en los modelos
clásicos y destinada a las clases aristocráticas, se generalizó en el
transcurso del siglo XVI la construcción de salas cubiertas y dotadas de
mayores comodidades.
Teatro en Italia
Como primero de los teatros modernos suele citarse el Olímpico de Vicenza, diseñado por Andrea Palladio y finalizado en 1585,
que constituía una versión de los modelos romanos y presentaba, al
fondo del escenario, una perspectiva tridimensional con vistas urbanas.
El modelo clásico del teatro italiano, vigente en muchos aspectos, fue no obstante el teatro Farnese de Parma, erigido en 1618, cuya estructura incluía el escenario, enmarcado por un arco proscenio y
separado del público por un telón, y una platea en forma de herradura
rodeada por varios pisos de galerías. Durante este tiempo se desarrolló
también en Italia una forma de teatro popular, la comedia del arte, que con su énfasis en la libertad de improvisación del actor dio un gran avance a la técnica interpretativa.
Inglaterra: el teatro isabelino
Muy diferentes fueron los teatros erigidos en Inglaterra durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, época de excepcional esplendor del género dramático, entre los que se destacó el londinense The Globe donde presentaba sus obras William Shakespeare.
Carentes de techo y construidos de madera, su rasgo más característico
era el escenario elevado rectangular, en torno al cual el público
rodeaba a los actores por tres lados, mientras las galerías se
reservaban para la nobleza.
España: los corrales de comedias
En
España, y en la misma época que el teatro Isabelino en Inglaterra
(siglos XVI y XVII) se crean instalaciones fijas para el teatro al aire
libre denominadas Corrales de Comedias, con las que guardan similitudes constructivas. A diferencia del caso inglés, en España si han pervivido algunos ejemplos de estas edificaciones. Exponentes de esta época son los autores Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, claros exponentes del importante Siglo de Oro español.
Barroco y neoclasicismo
El transcurso de los siglos XVII y XVIII dio lugar a un gran enriquecimiento de la escenografía. La recuperación por parte del drama clásico
francés de la regla de las tres unidades —acción, tiempo y lugar— hizo
innecesaria la simultaneidad de decorados, con lo que se empleó sólo uno
en cada acto, y pronto se generalizó la costumbre de cambiarlos en los
entreactos. Posteriormente, la creciente popularidad de la ópera,
que requería varios montajes, favoreció el desarrollo de máquinas
perfeccionadas que dieran mayor apariencia de veracidad a efectos tales
como: la desaparición de actores y la simulación de vuelos —las llamadas
"glorias", por ejemplo hacían posible el descenso de las alturas del
escenario de una nube que portaba a los cantantes. El teatro de la Scala de Milán, finalizado en 1778,
constituye un ejemplo de las grandes dimensiones que eran precisas para
albergar tanto al público como a la tramoya y al aparato escénico.
Teatro moderno
Durante
la mayor parte del siglo XIX las ideas arquitectónicas y escenográficas
se mantuvieron en esencia inalterables, si bien las exigencias de
libertad creativa iniciadas por los autores románticos condujeron a
fines de la centuria a un replanteamiento general del arte dramático en
sus diversos aspectos.
Fundamental en este sentido fue la construcción del monumental Festspielhaus de Bayreuth, Alemania, erigido en 1876 de acuerdo con las instrucciones del compositor Richard Wagner,
que constituyó la primera ruptura respecto a los modelos italianos. Su
diseño en abanico, con la platea escalonada, el oscurecimiento del
auditorio durante su representación y la ubicación de la orquesta en un
pequeño foso, eran elementos concebidos para centrar la atención de los
espectadores sobre la acción y abolir en lo posible la separación entre
escenario y público.
Esta exigencia de integración entre el marco arquitectónico, la escenografía y
la representación fue acentuada en los últimos decenios del siglo XIX y
primeros del XX por la creciente importancia concedida a la figura del
director gracias a personalidades como el alemán Max Reinhardt, autor de espectaculares montajes, el francés André Antoine, adalid del naturalismo, el ruso Konstantín Stanislavski, director y actor cuyo método de interpretación ejercería gran influencia sobre el teatro moderno, o el escenógrafo británico Edward Gordon Craig, que en su defensa de un teatro poético y estilizado abogó por la creación de escenarios más sencillos y dúctiles.
La
aparición del teatro moderno, pues, se caracterizó por su absoluta
libertad de planteamiento mediante el diálogo con formas tradicionales y
las nuevas posibilidades técnicas darían lugar a una singular
transformación del arte teatral. En el campo del diseño arquitectónico y
escenográfico las mayores innovaciones se debieron al desarrollo de
nueva maquinaria y al auge adquirido por el arte de la iluminación,
circunstancias que permitieron la creación de escenarios dotados de
mayor plasticidad (circulares, móviles, transformables, etc.) y
liberaron al teatro de la apariencia pictórica proporcionada por la
estructura clásica del arco del proscenio.
Elementos básicos del teatro
El
teatro como se ha podido observar, constituye un todo orgánico del que
sus diferentes elementos forman una parte indisoluble. Esos elementos,
no obstante, poseen cada uno características y leyes propias y, en
función de la época, de la personalidad del director o de otras
circunstancias, es habitual que se conceda a unos u otros mayor
relevancia dentro del conjunto. Estos elementos son:
Texto
Las obras dramáticas se escriben en diálogos y en primera persona, en el que existe las acciones que van entre paréntesis, (llamado lenguaje acotacional),
En la tradición occidental, el texto,
la obra dramática, se ha considerado siempre la pieza esencial del
teatro, llamado "el arte de la palabra". Dado que, de forma más
matizada, esta orientación predomina también en las culturas orientales,
cabe cuando menos admitir como justificada tal primacía. A este
respecto deben hacerse, no obstante, dos consideraciones: en primer
lugar, el texto no agota el hecho teatral, pues una obra dramática no es
teatro hasta que se representa, lo que implica como mínimo el elemento
de la actuación; en segundo lugar, son numerosas las formas dramáticas
arcaicas y los espectáculos modernos que prescinden por completo de la
palabra o la subordinan a elementos cual la mímica, la expresión corporal, la danza, la música, el despliegue escénico.
El
hecho de que la obra sólo adquiera plena vigencia en la representación
determina además el carácter distintivo de la escritura dramática
respecto a otros géneros literarios. La mayoría de los grandes
dramaturgos de todos los tiempos, desde los clásicos griegos al inglés William Shakespeare, el francés Molière, el español Pedro Calderón de la Barca o el alemán Bertolt Brecht,
basaron sus creaciones en un conocimiento directo y profundo de los
recursos escénicos e interpretativos y en una sabia utilización de sus
posibilidades.
Dirección
La
personalidad del director como artista creativo se consolidó a fines
del siglo XIX, aunque su figura ya existía como coordinador de los
elementos teatrales, desde la escenografía a
la interpretación. A él corresponde convertir el texto, si existe, en
teatro, con los procedimientos y objetivos que se precisen. Poderosos
ejemplos de dicha tarea fueron los alemanes Bertolt Brecht yErwin Piscator, dedicando su energía a conseguir del espectador su máxima capacidad de reflexión, o el ascetismo del polaco Jerzy Grotowski.
Actuación
Las técnicas de actuación han
variado enormemente a lo largo de la historia y no siempre de manera
uniforme. En el teatro occidental clásico, por ejemplo los grandes
actores, los "monstruos sagrados", tendían a enfatizar las emociones con
objeto de destacar el contenido de la obra, en la comedia del arte el intérprete dejaba rienda suelta a su instinto; los actores japoneses del Nō ykabuki,
hacen patentes determinados estados de ánimo por medio de gestos
simbólicos, bien de gran sutileza o deliberadamente exagerados.
En
el teatro moderno se ha impuesto por lo general la orientación
naturalista, en que el actor por medio de adquisición de técnicas
corporales y psicológicas y del estudio de sí mismo y del personaje,
procura recrear en escena la personalidad de éste. Tal opción,
evolucionada en sus rasgos fundamentales a partir de las enseñanzas del
ruso Konstantín Stanislavski y
muy extendida en el ámbito cinematográfico, no es desde luego la única y
en último extremo la elección de un estilo interpretativo depende de
características del espectáculo y de las indicaciones del director.
Sin
embargo, actualmente, a inicios del siglo XXI, la actuación teatral con
tendencia naturalista está siendo replanteada seriamente. La
teatralidad contemporánea requiere una crítica del naturalismo como
simple reproducción del comportamiento humano, pero sin lazos con su
entorno. Actualmente ha habido grandes transformaciones del trabajo de Stanislavski siendo las más importantes Antonin Artaud, Jerzy Grotowsky Étienne Decroux y Eugenio Barba. Estas técnicas, llamadas actualmente extracotidianas implican una compleja síntesis de los signos escénicos.
Otros elementos
De
forma estricta, se entiende por decorado al ambiente en que se
desarrolla una representación dramática, y por escenografía, al arte de
crear los decorados. Hoy en día, tiende a introducirse en el concepto de
"aparato escenográfico" a todos los elementos que permiten la creación
de ese ambiente, entre los que cabría destacar fundamentalmente a la
maquinaria o tramoya y la iluminación.
En
la antigüedad, la escenografía se hallaba condicionada a limitaciones
técnicas y arquitectónicas, circunstancia que se mantuvo durante toda
la Edad Media. Fue ya a fines del Renacimiento y,
sobre todo, durante los siglos XVII y XVIII, cuando la escenografía
comenzó a adquirir realce, gracias al perfeccionamiento de la
perspectiva pictórica, que permitió dotar de mayor apariencia de
profundidad al decorado, y posteriormente al desarrollo de la maquinaria
teatral. En el siglo XIX, con la introducción del drama realista, el
decorado se convirtió en el elemento básico de la representación. El
descubrimiento de la luz eléctrica, en fin, dio pie al auge de la
iluminación. Las candilejas, que en principio eran un elemento accesorio, se consideran poéticamente un símbolo del arte teatral.
Estrechamente vinculado con la concepción escénica, se ha hallado siempre el vestuario. En el teatro griego, la tosquedad de los decorados se compensaba por medio de máscaras —trágicas o cómicas— y las túnicas estilizadas de los actores, cuyo objeto era de resaltar el carácter arquetípico de los personajes. Durante el Barroco y elNeoclasicismo adquirieron importancia el maquillaje y el vestuario, si bien éste se empleó a menudo de forma anacrónica —se representaba por ejemplo una obra ambientada en Roma con ropajes franceses del siglo XVII hasta la aparición del realismo. En la actualidad, la elección del vestuario no es sino un elemento más dentro de la concepción general del montaje.